QUIERO CONTARTE

Yo creía ciegamente que ni los niños ni la maternidad eran para mi. Tuve una adolescencia complicada y parecía que el futuro era poco prometedor.

Comencé mi embarazo llena de miedos y con una visión sumamente rígida de la crianza: estaba convencida de que las palmaditas a tiempo no eran violencia, de que si los niños hacían algo malo debían ser enviados a reflexionar en sus habitaciones, que los berrinches en público eran inaceptables. En mi imaginación los niños debían ser corregidos con severidad para que no se convirtieran en pequeños tiranos.

La primera vez que escuché a una persona hablar de Disciplina Positiva no me cabía en la cabeza cómo alguien iba a lograr que sus hijos se comportaran si nunca les asignaban un castigo por hacer o decir cosas indebidas.

LA CRIANZA RESPETUOSA

Antes de cumplir el primer trimestre de embarazo un amigo me escuchó decir que amamantaría sólo 3 meses porque era todo lo que un bebé necesitaba. Qué suerte tuve de que me escuchara, pues lo que me contó sobre lactancia abrió las puertas a los caminos de la Crianza Respetuosa y todo lo que vino después. No podía creer que todas cosas sobre las que estaba recién enterándome no me las hubiesen enseñado en la universidad. Este descubrimiento revolucionó no sólo mi forma de criar, sino que la manera en la que entendía el mundo, cómo proyectaba mi profesión y modificó absolutamente el cómo me relaciono con los otros. Y así fue como empecé a estudiar y leer casi compulsivamente, pues en cada curso y en cada libro, conocía más del niño que habitaba en mi vientre y de la niña que se acurrucaba en mi corazón.

MI CONVICCIÓN

Hoy sé que los padres que implementan estrategias erróneas con sus hijos no son malos padres, sino que suelen decidir desde el amor, porque han aprendido que el amor en la crianza tiene que doler. 

Creo que todos hacemos lo mejor que podemos con las herramientas que tenemos a mano, y es en base a eso que nació Criar sin morir en el intento: porque quiero acercarte herramientas distintas de las que aprendiste en tu niñez, las mismas herramientas que cambiaron mi rumbo. 

¿Es esto una historia de “antes era una persona horrible y ahora soy una persona fabulosa? No. Permanentemente me pego tropezones, hago lo que me prometí no volver a hacer y digo lo que me prometí no volver a decir. Me levanto, me reviso, aprendo, reconecto y vuelvo a encontrar el camino que decidí para criar, siempre perdonándome y trabajando para soltar las culpas que hacen que este proceso a veces parezca imposible. 

Bienvenidos y bienvenidas.